Desarrollarnos profesionalmente parte de un proceso continuo de observación, aprendizaje y mejora continua que nos permita avanzar y crecer tanto a nivel personal como laboral.
Parte de esta evolución nace de nosotros mismos y de todo aquello que hacemos proactivamente por potenciar nuestro conocimiento en diversas áreas y otra parte proviene de todos los agentes externos que nos rodean y que forman parte de esa evolución.
De acuerdo con esta última parte, una de las herramientas más efectivas para generar ese feedback externo es a través de la crítica constructiva, pues nos permite ofrecer sugerencias sobre algún aspecto a mejorar de una manera positiva; lo que se traduce en una comunicación más fuerte y estable entre interlocutores, generando un ambiente de confianza y potenciando un desarrollo más colaborativo y positivo.
¿Qué es la crítica constructiva?
Aunque a priori está compuesta por dos palabras opuestas, la magia de una crítica constructiva radica precisamente en eso. Por un lado, existe una crítica, es decir, una observación analítica y valorativa sobre algo que hemos hecho y que, por su naturaleza, puede ser percibida de manera negativa, pero por otro lado es constructiva, lo que la convierte en un apoyo o comentario positivo sobre ese algo que hemos hecho.
¿Cómo hacer una crítica constructiva?
Realizar una crítica constructiva no es una tarea fácil, ya que, aunque sea constructiva no deja de ser en un primer momento una crítica, y esta, en la mayoría de las ocasiones, si no se plantea adecuadamente es muy probable que no se acepte bien y no se consigan los objetivos que buscamos. Por esta misma razón, debemos aprender el arte de realizar una crítica constructiva.
¿Cómo la hacemos?
- De manera amable y empática, siempre desde el respeto.
- Sin reproches ni descalificaciones, evitando la negatividad.
- En privado para evitar que la persona se sienta juzgada.
- Basada en observaciones concretas, claras y objetivas.
Del mismo modo, debemos cuidar nuestros gestos, postura y expresión facial para que nuestro mensaje llegue correctamente, pues, como sabéis, el lenguaje corporal dice más que las palabras. Asimismo, podemos acompañar la crítica constructiva de posibles soluciones que faciliten la mejora del aspecto que es objeto de análisis, siempre y cuando estas observaciones sean tangibles y alcanzables para no generar frustración, e incluso apoyarla de posibles impactos en el futuro que potencien el pensamiento crítico de la persona.
¿Qué beneficios tiene una crítica constructiva?
La crítica constructiva tiene importantes ventajas tanto para la persona que la hace como para la que la recibe, pero sobre todo para esta última.
Aplicado al ámbito laboral, ayudar a clarificar expectativas y estándares de rendimiento es una satisfacción para la persona que la realiza, pues colabora activamente en el éxito del equipo. Pero sin duda es un apoyo importante para el que la recibe, ya que siente que su trabajo es importante y, por tanto, que alguien revisa y valora el trabajo que desempeña para sacar el máximo partido de ello.
Además, invita a la autorreflexión y crecimiento personal, lo que puede llevar a cambios positivos en el desarrollo de sus habilidades y, a su vez, a mejores resultados.
En cualquier caso, el arte de realizar la crítica constructiva se trata de buscar el momento idóneo para realizarla y que no sea percibida como un ataque, sino como una oportunidad para mejorar. Para trabajarla, existen varios trucos que nos permitirán desarrollar nuestras habilidades comunicativas. Así, a través de una conversación informal podremos establecer una conexión positiva con el interlocutor y halagando aquello que hace bien para equilibrar la carga afectiva de la observación podremos sacar el máximo beneficio de la crítica constructiva.