A menudo relacionamos la palabra conflicto con el momento en el que se genera una situación desagradable y negativa que, en la medida de lo posible, tratamos de evitar.
Pero lo cierto es que al relacionarnos con varias y diversas personas en nuestro día a día, resulta mucho más probable llegar a una serie de desacuerdos o discusiones en alguna ocasión.
Aun así, esto no tiene por qué ser malo, de hecho, en la mayoría de los casos, simplemente corresponde a una cuestión de desigualdad de necesidades, intereses o posiciones que, si se gestionan de manera correcta, pueden suponer una oportunidad de cambio y entendimiento entre las partes implicadas.
En este sentido, resulta interesante aprender cómo gestionar conflictos en el trabajo, ya que es una parcela que ocupa gran parte de nuestro tiempo diario donde nos relacionamos con muchas personas. De este modo, saber identificar el motivo principal que genera el conflicto es el primer paso que deberíamos dar:
Información: se produce cuando una o todas las partes implicadas manejan información equivocada, ya sea intencionadamente o no, dando lugar a errores y malentendidos.
Valores: responde a un sentimiento más egoísta por parte de un integrante del grupo cuando trata de imponer un sistema exclusivo de valores sin tener en cuenta los del resto.
Intereses: cuando se considera que las necesidades de cada interviniente son incompatibles entre sí y satisfacerlas supone anteponer unas sobre otras.
Relación: tiene lugar cuando no existe una buena comunicación entre los afectados.
Estructural: se produce cuando existe una desigualdad de roles y/o de funciones, por ejemplo, entre jefe-empleado o entre departamentos.
Así, una vez identificada la causa del conflicto, aplicar una serie de técnicas que nos ayuden a afrontar la situación puede transformarlo en una oportunidad de diálogo y cooperación. Pensar que todo el mundo tiene buenas intenciones, compartir filosofías, fomentar conversaciones y acercar posturas son algunas de las claves para conseguirlo. Básicamente, se trata de establecer una buena comunicación y predisponer una actitud más positiva entre los afectados con el fin de llegar a un acuerdo común.
Otro método es el bridge building, el cual trata de fomentar la cooperación y el sentimiento de unidad entre los distintos departamentos de la empresa, ya que, aunque cada uno de ellos se dedique a un área en concreto, todo está relacionado entre sí. Por todo esto, buscar caminos comunes o soluciones a través de la cooperación aporta mayores beneficios a las distintas partes.
No obstante, no debemos olvidar que, más allá de la aplicación de métodos y técnicas, este cambio comienza también por uno mismo. Es decir, del interés de desarrollar una inteligencia intrapersonal que nos permita relacionarnos con los demás en aras de aumentar la productividad y la efectividad del equipo por medio de la colaboración. Se trata de ahondar en nuestras capacidades personales para detectar aquellas que funcionan correctamente y otras que, en cambio, se pueden mejorar.
Por ello, no necesariamente debemos ver los conflictos como algo negativo y desagradable; al fin y al cabo, cada persona es diferente al resto y es normal que no siempre se esté de acuerdo en todas las cuestiones que nos incumban. En este sentido, podemos verlo como una buena ocasión para mejorar, para cambiar aquello que no funciona correctamente, y, sobre todo, para conocer y tratar de ponerse en el lugar del otro a través del diálogo. Porque bien es cierto eso que dicen de que “hablando se entiende la gente” y, por supuesto, que todo se puede arreglar.