Como personas humanas, todas nuestras acciones responden a una serie de necesidades, motivaciones y deseos. Algunas de ellas están relacionadas con cuestiones biológicas y otras con aspectos más personales que son únicos en cada persona. Sobre todo, estas últimas dependerán del modo de vida que lleve cada uno y de los objetivos que se propongan.
Por ello, para darle un sentido más gráfico a este hecho, recurrimos a la teoría de la Pirámide de Maslow que categoriza desde la base hasta la cúspide las necesidades según la prioridad que tienen para el desarrollo de la vida en general.
En este sentido nos vamos a centrar en cómo esta teoría puede aplicarse también al entorno laboral, ya que este es uno de los grandes aspectos que más abarca y preocupa hoy día a las personas.
¿Cómo aplicamos la Pirámide de Maslow al entorno profesional?
Al final en la mayoría de los casos, el trabajo ocupa como mínimo un 50% de nuestra vida, de hecho, en determinadas ocasiones incluso más. Por lo que no debe ser raro que nos planteemos una serie de requisitos mínimos acorde a nuestras distintas necesidades, para valorar un trabajo u otro en la medida en la que estas son o pueden ser satisfechas. De este modo, vamos a ver cómo las distintas categorías pueden aplicarse al entorno profesional:
- Fisiológicas: ocupa la base de la pirámide y responde a necesidades puramente básicas relacionadas principalmente con la supervivencia del individuo. En un sentido más laboral, podría decirse que todo aquel que trabaja es porque realmente lo necesita para vivir; por lo que el salario y unas condiciones óptimas para llevarlo a cabo podrían ser las cuestiones principales que accionan a cada empleado a hacerlo.
- Seguridad: en este sentido el empleado necesitará un entorno de trabajo que le haga sentir seguro, como garantías en Prevención de Riesgos Laborales, por ejemplo y, además, que le aporte una estabilidad laboral y económica (esto dependerá de la consistencia financiera de la empresa, de su consolidación en el sector o la confianza que genere en el propio empleado).
- Afiliación: como seres puramente sociales que somos, necesitamos sentirnos parte de un grupo, de un todo, en el que seamos considerados igual de importantes y necesarios que el resto. Por ello, un buen ambiente laboral y, por tanto, establecer relaciones de calidad con el resto de compañeros, satisfará esta faceta.
- Reconocimiento: tiene que ver con el sentimiento que tenemos cuando nuestros esfuerzos y trabajo diario son valorados. Un pequeño gesto que para nosotros supone un acto muy gratificante que nos motiva a seguir hacia delante y a sacar lo mejor de nosotros mismos.
- Autorrealización: responde a una serie de necesidades más individuales y personales del individuo y están directamente relacionadas con el crecimiento personal. Estas necesidades aparecerán cuando todas las anteriores estén cubiertas.
Evidentemente todas estas necesidades dependerán de cada individuo y de las circunstancias que tenga en su vida diaria, además de sus deseos y motivaciones personales e independientes; es decir, cada uno establecerá una serie de requisitos específicos para aplicar a un determinado puesto de trabajo.
Es lo que se conoce en otras palabras como salario emocional, el cual reúne una serie de aspectos que las personas valoran y establecen como prioridades en el entorno profesional. Ejemplos de ello podrían ser una conciliación entre la vida personal y laboral, la posibilidad de crecimiento y desarrollo y un ambiente motivacional.
Igualmente, para que esto suceda, también depende de la capacidad de desarrollar una inteligencia emocional suficiente que permita conocerse a sí mismo para establecer habilidades y comportamientos con el entorno y con el resto de personas.
De este modo podremos sacar mayor provecho a nuestro día a día en nuestro puesto de trabajo.